martes, 21 de junio de 2011

Cuando éramos felices

Eran tiempos en los que vivíamos en la completa ignorancia y desconocíamos lo que ocurría tras nuestros actos o los del otro. Ahora, en estos tiempos y sobre todo estos días, se habla de consecuencias. Muy graves, por cierto. Deudas millonarias, la de nuestras administraciones, que no hace más que demostrar (con pruebas en forma de números rojos) la nefasta gestión de algunos de nuestros líderes, sobre todo los de las pequeñas localidades.

En 2011 no somos ya tan felices. Ahora quienes se sientan al mando del desorden mayor contado de las pequeñas administraciones públicas, los ayuntamientos, tienen que remar a contracorriente incluso de sus propias socios públicos. 

El Ayuntamiento de Valverde, el más endeudado de la provincia de Huelva, lucha hoy por no quedarse sin luz, ya que su suministro puede ser cortado y entonces, ese esplendor vivido en tiempos no muy lejanos, ya no nos parecerá tan esplendoroso. No nos encandilará de la forma que lo hacía antes. Porque el pasado, pasado queda pensarán algunos y algunas que han aceptado nuevos cargos estos días con el único fin de liberalizarse sus bajos sueldos. Pero a mí quien me importa es la persona que ha heredado las consecuencias de ese mal pasado para Valverde. Ella se queda ahí, luchando más de 12 horas al día. Los valverdeños y valverdeñas saben quién se queda trabajando por ellos, y de la misma manera, también saben los nombres de quienes se van a Huelva o Sevilla para escabullir el asunto. Un asunto con muchos ceros y un signo negativo al principio de la catastrófica cifra que da nombre a la deuda económica jamás vista en Valverde. Una deuda que poco importa a quienes han huido los primeros del barco que se hunde. 


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