No me creo,
es más estoy dispuesta a no consentirlo, que la política no
importa a los ciudadanos. Trabajo y pongo todas mis energías, en
reconciliar a ambas partes. En que se entiendan, se relacionen y se
impliquen. Como una pareja; sin confianza de las ambas partes, sin
proyecto común, es imposible avanzar. Imposible seguir.
En Europa
estamos (mal)acostumbrados a hacer construir mensajes políticos de
números, de datos puros y duros, y esto es, créanme, agotador,
además de inútil. Relatos numéricos, mensajes sin alma.
Política sin personas. ¿Política de personas pero sin personas?
Ilógico. Por lo que admitámoslo, ha pasado el momento de
convencer y ha llegado la hora de emocionar. No es que nuestro relato
no sea bueno, es que no es el mejor en contexto, perspectiva y
construcción. Hoy, el mejor y el más rápido relato, gana. El
que se entiende, emociona, y luego convence cierto, pero antes
tendrá que emocionarnos. Da igual el papel, la explicación, la
lógica. Emocionen. Parece, y la experiencia nos los dice, que no
hay otra manera de provocar la acción. Y aquí se trata
precisamente de eso, de acción. Ciudadanía activa, electorado
activo y comunicación activa con política viva. Todo muy vivo y
coleando.
Antes de
plantearte que los ciudadanos te entiendan, preocúpate de que te
atiendan
Es lo que te
digo si me pides que te escriba "el mejor discurso del mundo".
Cuando escucho, noto y percibo demasiado "mimo" en los
mensajes y discursos institucionales de muchos políticos, lo sé:
no han trabajado las dos partes. Creen que los ciudadanos quizás no
les entienden, pero el verdadero problema está en que no les
ATIENDEN. Por lo que no hay posibilidad, no hay opción a llegar al
siguiente paso, entenderles.
Pero sí,
puedes leer el mejor discurso del mundo, en serio el mejor, pero si
no consigues enganchar, eso que llaman ahora engagement, pero que es
pura conexión, puro don de gente, pura empatía; mejor que no
pierdas tu tiempo. No conseguirás pasar de un titular digital, de
una cuña de radio, de un destacado en prensa o de una pieza de
televisión.
El primer
paso es ser consciente que yo político, yo portavoz, yo que hablo,
soy un ciudadano. Nunca hay que olvidar esta condición. Nunca hay
que olvidar la condición de ciudadano. Algo que parece que es lo
primero que se deja de recordar, y ejercer un profundo respeto hacia
las ideas y los modelos distintos a los propios, porque hay que ser
capaz de defender tu propuesta, sin necesidad de demonizar al
adversario. El "y tú más" ya no está de rebajas,
ahora comprarlo sale caro. Los consultores, aquellos profesionales
que estamos situados entre los ciudadanos y los políticos, y
trabajamos para mejorar esta relación a través de la confianza,
credibilidad y liderazgo, asistimos cada día a una situación así
como “Políticos versus Ciudadanos”, donde los primeros, que
obviamente tienen mucho más poder, por lo menos los poderes del
Estado, hacen y deshacen a su antojo, muchas veces con el único fin
de perpetuarse, con lo que la reacción del “otro lado”, la de
la ciudadanía, o de alguna parte de los ciudadanos, se convierte
también, en ocasiones, en actuaciones desmedidas, donde
“escrachar”, “robar” o “avasallar” son mecanismo
habituales, y que desde luego, también perjudican gravemente al
sistema democrático.
Los
ciudadanos somos conscientes de que no basta con ser dirigidos u
orientados por otros, que participan mucho, e incluso que se
comprometen, que entienden que el dialogo es mucho mejor que el
enfrentamiento, pero en el otro lado esa regeneración no se ha
producido, en el lado de los políticos siguen sin cambiar mucho las
cosas a cómo eran hace un siglo, con lo que estamos a punto de
perder esa evolución
de los modos
de la ciudadanía. Es desastroso, y desde luego contraproducente
para todos. Al final todo se basa en comunicación, en una
comunicación real.