Nadie las ha elegido,
sólo sus maridos, pero todas representan a su país. Hablamos de las
primeras damas. ¿Cuál es su misión?. Son una pequeña ventana por
la que podemos aprender un poco más cómo es el presidente (o así
es como queremos verlo los consultores). Se trata de un título made
in USA. La Primera Dama de los Estados Unidos es un título no
oficial de la anfitriona de la Casa Blanca. Su acrónimo es FLOTUS y
se utiliza para denominar a la "Primera Dama de los Estados
Unidos," por analogía a las más conocidas siglas "POTUS"
por "Presidente de los Estados Unidos".
"Primeras Damas: la otra campaña" (1992)
Pasado, presente y futuro
siempre han ido de la mano. Desde la antigüedad, la historia siempre
ha atribuido a algunas de las compañeras, esposas y parejas de los
hombres que concentraban el poder político, una característica
influencia sobre ellos y su actividad, en menor o mayor grado. Lo
cierto es que muchas de estas mujeres hicieron y hacen una vida
política acompañando a sus cónyuges e incluso superándolos
numerosas veces. El presente y pasado cercano no es ajeno a ello. El
primer país en utilizar el cargo de primera dama fue Estados Unidos
y debido probablemente a la influencia política y cultural de esa
nación, éste se ha extendido a casi todas las repúblicas del
mundo, incluyendo las de América Latina. Algunas de las
primeras "Primeras Damas" eligieron la forma con las que se
las debía tratar: títulos como "Lady", "Mrs.
President", y "Mrs President". Martha Washington, por
ejemplo, era llamada "Lady Washington".
Gestión de las imágenes
en campaña
Desde que entré en el
estudio de la comunicación política y en el de las estrategias de
campaña, me llamó la atención cuán to de importante es el papel
de la mujer del político en campaña o durante su mandato. Sin ánimo
de ser machista (tendría g racia que yo lo fuera cuando trabajo cada
día en un espacio donde imperan los hombres) me centro en la mujer
cónyuge para tratar de analizar a qué es debido su influencia y
determinación. El caso más reciente y cercano es, sin dudas,
el de la actual presidenta de Argentina, Cristina Fernández, que
tras ser la primera dama de ese país durante el mandato de su marido
de 2003 a 2007 se presentó a las elecciones y recibió el cintillo
presidencial de su esposo, Néstor Kirchner. Posteriormente ganó las
primarias de su partido (celebradas por primera vez en ese país) y
fue reelegida en 2011 y asumirá el cargo hasta 2015. Sin
embargo, hay que reconocer que Fernández nunca podría haber logrado
semejante ascenso político si no habría tenido como precursor la
construcción simbólica que hicieron los argentinos en torno a la
primera dama de Juan Domingo Perón, Eva Perón. Antes de que su
esposo asumiera el cargo, el pueblo la quería como candidata a la
Vicepresidencia, pero Eva renunció a ello. Eva Perón murió y se
tejió toda una leyenda, que comienza con el secuestro de su cadáver
por parte de la dictadura militar de Pedro Eugenio Aramburu. La gente
comenzó a atribuir milagros a la desaparecida ex primera dama y
llamarla hasta hoy, Santa Evita.
Michelle Obama es otra
primera dama en ascenso. Según la revista Forbes, fue la mujer más
poderosa del mundo en 2010; más tarde y de acuerdo con este mismo
medio, descendió al octavo puesto en la misma lista de siguiente año
(2011). Si bien es difícil determinar cuanta influencia política
pueda tener la primera esposa de raza negra que llega a la Casa
Blanca, es evidente que tiene un impacto muy fuerte en el aspectos
más evidente de la cultura pop (la moda) y la campaña de su marido,
Barack Obama a la reelección. Además, responde muy bien a la imagen
que demanda por el puritanismo yanki de que sólo una mujer ejemplar
puede ser la compañera de su presidente, sirviendo así mucho más a
una imagen moralista de una mujer moderna que equilibra su tiempo
entre la familia y el trabajo (cuando ejercía como abogado) o
actualmente con su vida pública y privada que a una vida de poder
político.
Esta idea de familia
perfecta que parece tener la obligación de sostener todo núcleo
familiar que llegue al poder para no descontentar lo que los
estadounidenses piden simbólicamente no sólo es inverosímil, sino
que inclusive muchas veces en la historia ese país se tornó
irrisoria por episodios que perturban y retuercen ese ideal
inexistente, como cuando la familia Clinton se vio envuelta en el
escándalo sexual entre el ex mandatario Bill Clinton y la becaria
Monica Lewinsky, o por el mismo George W. Bush y su pasado
toxicómano, o las andanzas amorosas de Jhon F. Kennedy.
Otra ex primera dama que
hoy sigue una carrera política es Hillary Clinton. Tras superar el
escándalo Lewinsky, ganó su candidatura al senado de Nueva York y
se convirtió, en 2000, en la primera mujer que ocupaba ese cargo.
Luego fue reelecta en 2006. Posteriormente perdió, frente a Barack
Obama, las elecciones primarias para ser candidata a presidenta por
el Partido Demócrata. Sin embargo, Obama la invitó a uno de los
puestos de mayor poder de la política del mundo occidental: la
Secretaría de Estado de Estados Unidos y ahí permanece. Ha apostado
en los últimos tiempos por una imagen más real y menos artificial,
apareciendo sin maquillar en reuniones con mandatarios exteriores. Lo
que aleja a Hillary Clinton del arquetipo ideal del que hablábamos
antes y demostrando que la escenografía política no es artificial.
Durante una campaña
política, por ejemplo, es mucho más fácil analizar el manejo de la
imagen que se hace de la cónyuge y el político. Durante la campaña
estadounidense a la reelección de Obama, estamos viendo cómo la
gestión de las imágenes del propio presidente con su esposa, se
mide al milímetro y son expuestas al público deseado. No en vano,
los Obama han protagonizado la campaña más romántica. En el lado
republicano, Ann Romney ha aparecido junto a su marido, el candidato
Mitt Romney, pero con la actitud corporal republicana por excelencia,
de la mano. Seguramente, en poco tiempo, se verán más esposos
bajo el título de “primer caballero”.
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