El periodismo también tiene un precio

Todo tiene un precio, eso ya lo sabemos, al menos lo intuimos implícitamente, pero ¿cuánto cuesta nuestro silencio?. Vaya, perdón, ejercer nuestra profesión quería decir, lapsus ¨froidiano" común y mortal, disculpen. Desde que escribo esta columna he apreciado mucho más cada acento, cada coma, cada expresión expuesta en este trocito de papel reciclado. Por esta razón, me resulta curioso que tras pasar por varios medios, siempre me quede algo por suprimir de esa experiencia. Porque es tremendamente subjetivo el valor de las cosas y mucho más si el valor que hay que medir, es un servicio. Servicio público como es el periodismo en Democracia. Una labor que nunca hay que rechazar a pesar de que haya guardianes del silencio impregnados en cada rincón de la profesión. Los hay que ni siquiera hacen por esconderse ni lo más mínimo. Algunos se cruzan en tu camino, quieren intercambiar un saludo contigo, pero vuelven a agachar la cabeza al suelo. A otros tanto, no lo que da otra que dialogar. Son como a mí me gusta llamarlos, los esclavos del poder.

Hace escasos días me encontré con uno. Tuve suerte, porque alabó mi trabajo, pero no confié mucho en sus buenas intenciones. Ayer, compañeros de profesión, me sorprendieron con una noticia mala para mi pueblo y, por tanto para mí. Permítanme que haga este inciso, porque Valverde del Camino vuelve a estar en el ojo del huracán más que le pese. Volvemos con la misma historia de siempre. Los guardianes del silencio han vuelto a torpedear el libre flujo de la libertad. Esa libertad que todos creímos tener lo que nacimos en Democracia. Hoy en estas líneas, y permitan de nuevo mi intromisión desde este diario, me siento más frustrada de no haberle dicho, en nuestro encuentro, al guardián del silencio, que creo que este juego se ha acabado para él. Porque todo tiene un precio y a Valverde, este le puede salir muy caro.

(Publicado en Diario de Sevilla el 20 de Octubre de 2010)