CON Dios de por medio me resulta incómodo opinar o incluso, pensar en el presente (disculpen pero una que se crió entre monjas). Aunque últimamente ando algo divinamente incorrecta. Lo sagrado también salta al terreno de la política y ha sido el aconfesional, José Luis Rodríguez Zapatero, quien lo ha traído a escena. El presidente pide a Mariano Rajoy que "hable con Dios" y a partir del celestial (imagino) diálogo entre poderosos, diga cómo es el plan energético que quiere para España. No se asusten. Ni Zapatero ni yo (al menos yo) le estamos tomando el pelo. La referencia divina alude a unas declaraciones que Rajoy pronunció este pasado fin de semana en Mallorca, cuando calificó de "ridículas" las medidas puestas en marcha por el Gobierno (a una velocidad de 110 kilómetros por hora). Lo anecdótico, para Zapatero, es que su opositor a La Moncloa, reclamase una política energética "como Dios manda".
Poca actividad, o mas bien ninguna, tienen en el círculo del presidente para perder el tiempo (con las encuestas encima de la mesa y ardiendo en cifras de popularidad) para que Zapatero, declarado aconfesional, quiera echar mano del que está arriba y le regale titulares. ¡Ayuda!, ¿le pedirá a caso?. ¿O un rayo en forma de Rosa socialista para Rajoy?. Mientras que me esfuerzo por imaginar esto último, la cita para las municipales se acerca y el presidente de los socialistas ya ha advertido a sus colegas que es necesario pensar en la victoria (lo única opción que les queda, además la esperanza es lo último que se pierde). La interpretación general no alberga dudas de que el presidente y la ejecutiva del PSOE pretenden combatir el (posible) desánimo de muchos de los candidatos ante la preponderancia (abrumadora) del PP en las encuestas y Dios es siempre buen reclamo. Vivir para ver.
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