Sí, son momentos de
cambios. Ha sido una semana suicida para la economía española,
Francia tiene nuevo presidente de la república y yo he decidido
sonreír más.
Entiendo que de
economía no quieran que les abre. Por lo que pasemos a la siguiente
cuestión. Analizar el reto comunicativo que supondrá la entrada de
la compañera del presidente de la República francesa, François
Hollande, en el guión del protocolo del Palacio del Elíseo.
Hay que decir
que a Valerié Trierweiler le va a tocar una tarea difícil:
reinventar el papel de la primera dama. Sabemos que en Francia el
cargo de primera dama no tiene un peso político específico, más
allá de cuestiones diplomáticas, pese a ello, el traspaso de
poderes entre las dos mujeres se ha hecho en paralelo al del saliente
Nicolas Sarkozy y el entrante François Hollande hace unos días. Y
ha sido paso a paso y bajo un fuerte protocolo muy marcado (como todo
lo francés que se precie).
Es normal que la
llegada de la nueva primera dama de Francia al Palacio del Elíseo
plantee un verdadero rompecabezas a los servicios de protocolo, ya
que François Hollande y Valérie Trierweiler forman la primera
pareja no casada en la historia de la República Francesa. Aunque la
mayor urgencia por el momento es el aspecto legal de la relación
(sobre todo en momentos en los que toque salir fuera de casa). La
cancillería francesa y el protocolo del Elíseo comenzaron a
estudiar desde el primer momento de la elección de Hollande, el
enunciado que convenía utilizar en las tarjetas de invitación que
enviarán desde la presidencia. Por exclusión, la fórmula que mejor
se adapta es: “El presidente de la República, François Hollande,
y la señora Trierweiler…”.
Leí en el
periódico LE MONDE que los expertos de protocolo del Elíseo han
preparado una lista con otras once fórmulas, pero se supone que la
decisión final será tomada por el presidente y Valérie
Trierweiler, como toda pareja unida (y enamorada).
En Francia, esta
novedad no planteará demasiadas resistencias, pero en cambio,
suscitará algunos problemas en los Estados donde el integrismo
religioso tiene una fuerte influencia o en ciertos países
formalmente sometidos a una moral victoriana. Francia ya conoció una
muestra de esas interdicciones durante un viaje de Nicolas Sarkozy a
la India, que se produjo en las primeras semanas de su relación con
Carla Bruni. Entonces, debió viajar sólo porque las costumbres
indias no permitían recibir a un presidente acompañado de una mujer
“ilegítima”. Lo mismo ocurre en la mayoría de los países
árabes.
Reinventando el
concepto de primera dama
Es ya primera
dama y ofrece un perfil completamente distinto al de su predecesora
en el Elíseo, no tan llamativo para el papier couchée ya que es una
mujer trabajadora e independiente que continuará, dice, con su
trabajo en el semanario PARIS MATCH pese al ascenso de su marido para
no vivir a costa del contribuyente francés. Sí, es una decisión
muy de izquierdas.
No ha tenido aún
muchas oportunidades de demostrar lo aprendido, pero la puesta en
escena en el traspaso de poderes, también ha sido distinta. La
veíamos colocada unos metros por detrás de su esposo, guardando el
protocolo en todo momento. Distinguida y discreta. Con nada que
llamase la atención para un papel que, pese a la proyección social
que tiene en más allá de sus atribuciones, ha de ser secundario.
Estilísticamente, Treirweleir escogió un traje sastre falda en
negro con una tira de raso en la falda, unos tacones altos
grises y una chaqueta blanca. Un estilismo muy distinto del que
utilizó Bruni, que no acaba de volver a encontrarse tras su
embarazo. Fue evidente. La elegancia estudiada de Treirweleir en su
primer acto oficial como primera dama chocó frontalmente con las
bailarinas (las utiliza desde su boda en 2008 por la diferencia de
estatura con Sarkozy) y el discreto brillo de labios, el estilo
dejado de Bruni con un traje pantalón excesivamente ajustado y la
camiseta blanca que completaba el look, daban a la esposa de Sarkozy
un aspecto un tanto descuidado y casual, el mismo con el que la hemos
visto junto a su marido en los días de campaña. Parece que entonces
fue una sorpresa, ya no tanto.
Resumiendo, en
Francia no existe ningún texto que determine la situación de la
primera dama. En consecuencia, se pueden admitir todas las
improvisaciones y reinvenciones pero en todo caso, la última
fortaleza inexpugnable es el Vaticano, que rehúsa recibir a un jefe
de Estado acompañado de una mujer divorciada o no soltera. ¿O allí
también se reinventará?.
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