Siguiendo
con el artículo de la semana pasada “Todos necesitamos comunicar una visión” y en un momento en el
que casi todas las formas del discurso racional están marcadas por la
sospecha, únicamente que comuniquemos eficazmente nuestro relato parece poder conectar emociones en política. Los
análisis y las previsiones o balances partidistas causan un
cuestionamiento permanente de todo lo que dicen o hacen los
políticos, y sólo el recurso al relato, al Storytelling, permite
abrir un resquicio en los mecanismos de autodefensa de los
ciudadanos. Pero aclaremos, esto no es Storytelling:
Y no lo es
porque no tiene principio, desarrollo y enlace como relato. Este es como mucho, el mejor ejemplo que he visto en España, de lo que NO es la herramienta o recurso de
Storytelling. Como muy bien dice Antonio Núñez, hay que tener muy
claro que el relato no es el “lacito mono” que se pone al final
de un discurso (como es este caso). Es algo que debe trabajarse y que
debe contener una secuencia de acontecimientos, conflicto, emociones,
sensaciones, verdad y sentido, además de la estructura secuencial de
un relato, como decimos, principio, desarrollo y desenlace.
Un buen
relato debe poder percibirse con los cinco sentidos porque las
palabras poseen su propia melodía, huelen, saben, tienen tacto y
color y sobre decir que con ellas debemos lograr una buena
combinación de sensaciones. Con ella, definimos la realidad de los
demás. Asimismo, es muy importante controlar el timing de un relato
y saber organizar las emociones positivas y negativas que va a
producir. Esto sí es storytelling:
José
Montilla o el increíble hombre normal
Javier
Maroto, alcalde de Vitoria-Gasteiz
Si hay algo
que puede dar un valor diferencial en política es saber apostar por
el storytelling personal de nuestro candidato/a, o lo que es lo
mismo, ser capaz de dar respuesta mediante relatos a preguntas como
quién soy yo y para qué estoy aquí. Del mismo modo, ya decíamos
que el relato personal ha de ser visionario, comunicando una visión
de futuro que provoque acción y sea ejemplo educativo y ético.
Porque el storytelling es mil veces más eficaz que la simple
propaganda, pues sin necesidad de cambiar la forma de pensar de la
gente la hacen participar de una visión conjunta.
Maestros
En
las elecciones presidenciales estadounidenses de 2008, el
storytelling, que ya venía creciendo desde mediados de los 90,
estalló definitivamente. La campaña electoral se convirtió en un
gran teatro virtual, en el que cada uno había creado una historia,
sobre todo, Obama, que ya con sus primeras palabras en las primarias
demócratas de Iowa (Decían que este día nunca llegaría) concibió
una historia de predestinación, la idea de que con el apoyo de todos
los Estados Unidos podrían cumplir el Sueño en mayúsculas, el “I have a
dream” de Martin Luther King. Y la maquinaria del storytelling se
puso en marcha, apoyándose en la explosión de las redes sociales.
Habían creado el cuadrado mágico: un storyline (contar una historia
capaz de constituir la identidad narrativa del candidato), un timing
(asentar la historia dentro de los límites del tiempo de la campaña,
y gestionar los ritmos), el framing (enmarcar el mensaje ideológico
creando metáforas), y, finalmente, el networking (crear la red en
internet y físicamente para que replicara y diera consistencia al
storyline).
Recuerda: quién soy yo y para qué estoy aquí.
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