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Los
“superpoderes” en política no tienen nada que ver con liderazgo. Entre otras cosas porque los "superpolíticos" no
existen. Sorry (al menos en el mundo real). Sobre
conocer las verdaderas realidades y necesidades de cara a gobernar y liderar, la mejor forma de
aproximarse a la definición de liderazgo es la de tratar de verlo en situaciones
concretas y ante problemas concretos. Una situación de crisis, una
catástrofe, dificultades inesperadas, por ejemplo, problemas que se perciben
insuperables y que son ocasiones y oportunidades para que el liderazgo surja. El liderazgo no es sólo personal, puede ser también
colectivo. Puede ser percibido como un líder con capacidad de marcar la senda
de futuro a la mayoría de ciudadanos sin estar entroncado en un
partido político o en un movimiento social determinado, pero también
puede tratarse de una o varias personas que actúan desde el seno de
un partido político o de un movimiento social. Así que sí, no
necesitamos tanto "superpolíticos" como liderazgo y líderes.
Repensemos
la situación real: Estamos ante un presidente del Gobierno no únicamente
poco carismático, sino con escasa voluntad de comunicación ciudadana. Esas comparecencias por televisor de plasma, mientras la
gente se derrumba económica, social y anímicamente, no son
únicamente uno de los mayores patinazos de este hombre (sólo
comparable a los alardes líricos de su “niña”, o
ecologistas, con “Yo tengo un primo que me ha dicho que no hay cambio climático”), sino una acreditación, manifiesta y directa,
del escaso interés por la pedagogía en sus comparecencias. La base
del mensaje viene a ser algo como: esto tiene que ser así, porque no hay otra
manera y ustedes lo tienen que aceptar con paciencia. La explicación
de la base de esta estrategia del mensajes es que parte del PP ha
tenido una escuela de comunicación diferente. En decir, las personas
que vienen de UCD, con un presidente como Adolfo Suárez, porque
Suárez, además de ser un tipo encantador, comparecía cada vez que
hacía falta, porque se sentía en la obligación de explicarse y
nombrar la letra pequeña del discurso.
EFE |
En estas
condiciones, cualquier líder de la oposición medianamente en forma
estaría sacudiendo al presidente en velocidad dialéctica, apostura,
cercanía y dicción. Lo curioso es que Rubalcaba tiene fondo y ganaen las distancias cortas y medias, pero ahora es necesario un
candidato que no tenga un pasado que lo lastre y que pueda contemplar
la juventud del futuro inmediato. Algo que parece obvio pero no lo es
tanto ¿verdad?.
Pero esto no
lo demanda únicamente la base del PSOE ni de la izquierda. Lo
pedimos a gritos (a veces silenciosos) toda la sociedad, porque entre
otras cosas es necesario un contrapeso político que tenga en cuenta
los tiempos actuales cambiantes. Esto no quiere decir que el/la candidat@ tenga que salir directamente de la calle, pero sí que ha
de estar en la calle. Ha de haber trabajado en el sector privado. Ha
de conocer la tensión que se vive en la acera, tiene que haber leído
“Indignaos”, de Stéphane Hessel, y haber escuchado a José Luis
Sampedro, asumir la injusticia terrible del desahucio y comprender
que mientras los políticos no se remanguen y se pongan por fin a pie
de obra, no nos comprenderán de verdad.
Fotograma película El candidato |
Con la
sociedad en red (aunque el presidente Mariano Rajoy no la entienda así), ¡cada ciudadano es un espacio de
comunicación!. El descrédito político ha erosionado tanto, que
hace falta empezar de nuevo para poder seguir. No es que sea momento
para buscar un nuevo candidato, es que sin nuevo candidato no habrá
momento. Necesitamos una nueva forma
de hacer política (nacional, autonómica, municipal) que esté menos
pendiente de la foto de promoción interna. El nuevo candidato, o
candidata, deberá hacer suya la ética política. Recuerdo la
película “El candidato” y pienso en Bill McKay (encarnado por
Robert Redford) y me pregunto si no existe (en la cantera o en la
calle) ese equilibrio tan difícil de magnetismo, discurso y
compasión, dispuest@ a proyectarse sobre la ciudadanía y ofrecer un
mensaje de esperanza y piedad. Quizás lo que también necesitemos
sea el flequillo rubio (que de luz) de Robert Redford.
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