lunes, 21 de febrero de 2011

"Valverde ya no es lo que era". Las aspiraciones de IU

LAS campañas electorales de Izquierda Unida siempre han sido singulares, distintas, desabridas. No es que a la coalición de izquierdas le sobre precisamente el dinero, en estos tiempos nadie tiene suficiente; algunos ni siquiera para pagar lo más básico, la imaginación. Aunque lo suyo, en realidad, es más bien una especie de fijación por el clasicismo del Novecento: cualquier acto político, incluso de índole menor, se concibe como un evento para poder reivindicar la estética de las viejas banderas, los lemas contra el capitalismo y las proclamas que defienden que el comunismo es la solución.

La renovación del mensaje político de IU en Valverde no se escapa de la singularidad y en líneas generales está por hacer. Y eso que todavía en sus filas, al menos en las locales, hay cierta materia gris, aunque ésta tenga la mayoría de las veces que lidiar con planteamientos generalmente mucho más dogmáticos que pragmáticos. Al ser una fuerza política minoritaria todavía dentro del sistema, pero mental y electoralmente en su periferia, los representantes de IU pueden permitirse ciertas licencias que en el caso de los grandes partidos no son del todo factibles. Por ejemplo: decir justo lo que piensan, incluso aunque estén equivocados. Un sano ejercicio de libertad.

Sonia Ponce le ha tocado lidiar con dos elementos adversos. El más importante tiene nombre propio: Francisco Rodríguez. El otro, todo un pueblo que por mucho que le garanticen en una rueda de prensa y casi tartamudeando "en absoluto vamos a pactar con el PSOE y mucho menos con el PP", no le es comprensible. Son los llamados efectos secundarios del oficio de la política, tener memoria selectiva.

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