Es curioso
que al parecer, no hay consenso entre los antropólogos sobre si el
beso es (fue en su origen) un acto instintivo o fruto del
aprendizaje. Políticamente tiene mucho de aprendizaje. O de instinto
de conservación. Así por ejemplo, Esperanza Aguirre no ha tenido problema en
besar a sus rivales. En febrero de 2008, durante la inauguración del
intercambiador de Moncloa, y cuando sus relaciones con Gallardón no eran del todo buenas, intercambió con él hasta ocho besos a lo largo de ese día. Aunque es
verdad que a partir del segundo la cosa empezó a ser rutinaria. Y es
que, una vez que besas la primera vez (el beso de la rendición), el
acercamiento posterior ya tiene menos mérito.
También
existen los besos de verdad-verdad. Aunque sean de otra naturaleza.
Por ejemplo, los de Mariano Rajoy en el balcón a su mujer, Elvira
Fernández. Pero ahí está el de la derrota de
marzo de 2008, el más conmovedor de todos los que hemos visto en el
balcón de Génova, cuando Elvira apareció para acompañar a un
marido jaleado por los simpatizantes pero también tocado y casi
hundido.
En política,
como en la vida, besa siempre de verdad-verdad
No
Sí
Made in the Obamas
Made in Spain
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