jueves, 14 de febrero de 2013

Besos en política

Es curioso que al parecer, no hay consenso entre los antropólogos sobre si el beso es (fue en su origen) un acto instintivo o fruto del aprendizaje. Políticamente tiene mucho de aprendizaje. O de instinto de conservación. Así por ejemplo, Esperanza Aguirre no ha tenido problema en besar a sus rivales. En febrero de 2008, durante la inauguración del intercambiador de Moncloa, y cuando sus relaciones con Gallardón no eran del todo buenas, intercambió con él hasta ocho besos a lo largo de ese día. Aunque es verdad que a partir del segundo la cosa empezó a ser rutinaria. Y es que, una vez que besas la primera vez (el beso de la rendición), el acercamiento posterior ya tiene menos mérito.

También existen los besos de verdad-verdad. Aunque sean de otra naturaleza. Por ejemplo, los de Mariano Rajoy en el balcón a su mujer, Elvira Fernández. Pero ahí está el de la derrota de marzo de 2008, el más conmovedor de todos los que hemos visto en el balcón de Génova, cuando Elvira apareció para acompañar a un marido jaleado por los simpatizantes pero también tocado y casi hundido.

En política, como en la vida, besa siempre de verdad-verdad


No


Sí 




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